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Formación profesional en Chile

Sobre Formación profesional en Chile

Dos décadas de crecimiento económico luego del resurgimiento de Chile debajo de la bota del dictador militar Augusto Pinochet, han generado una enorme demanda de trabajadores capacitados, y esto a su vez ha traído consigo la necesidad de institutos profesionales y escuelas técnicas en las ciudades y pueblos chilenos. El gobierno, así como los ciudadanos y la sociedad civil en su conjunto, reconocen que el rápido crecimiento de la década de 1990 y principios del 2000 sólo puede sostenerse a través de un verdadero compromiso con la formación y la inversión en capital humano. Por lo tanto, la formación técnico-profesional es considerada una prioridad urgente. En los últimos años, las autoridades chilenas se han interesado en seguir el modelo alemán de formación técnica, en el que se enseñan ciencias aplicadas a edades tempranas y de forma intensiva a los estudiantes que estén interesados en áreas de alta demanda como ser: ingeniería, biotecnología y diseño. Para muchos jóvenes chilenos, la formación técnico-profesional comienza en la escuela secundaria. En este país, la escuela es obligatoria desde los 5 a los 18 años de edad, pero los estudiantes de 16 años pueden, si así lo desean, optar por dos años de formación técnico-profesional en vez de educación académica. La opción técnico-profesional para adolescentes y estudiantes de secundaria se divide en: industrial (mecánica, electricidad, metalurgia, etc.), técnica (término comodín que se aplica a varias áreas, desde escuela de gastronomía hasta programas de cuidado de niños), comercial (administración de empresas, contabilidad, finanzas, etc.) y polivalente (programas que se basan en la combinación de dos o más de las otras áreas). Todas estas orientaciones son muy populares entre los estudiantes de clase media trabajadora, muchos de los cuales las ven como una forma de destacarse en el área de trabajo de su elección. El principal desafío al que se enfrenta el sistema de institutos profesionales y escuelas técnicas en Chile, es la falta de integración entre las diferentes instituciones, y entre las instituciones y las industrias a las que sirven. El rápido crecimiento durante las dos últimas décadas ha provocado que dicho sistema sea un poco incoherente y carezca de estándares y métodos de evaluación comunes. En general, le corresponde a cada institución decidir qué cursos debería ofrecer, cómo se deberían enseñar y qué consejo laboral práctico se debería dar a los egresados al finalizar el programa educativo. Si bien, es un problema menor en las escuelas secundarias que son administradas por el gobierno, existen muchos centros de formación técnico-profesional para adultos que no se han desarrollado de forma tan sofisticada como sus contrapartes estatales. Este énfasis en la formación y la educación es un buen augurio para el continuado éxito económico de Chile. Aunque en el futuro, el país y el mundo, sean azotados por imprevisibles vientos de cambios económicos, es evidente que una fuerza laboral flexible y bien educada es crucial para el éxito de cualquier país. Una vez reconocido esto, Chile está bien posicionado para continuar su meteórico ascenso en el mercado global.